EL BARCO DESAPARECIDO
Existe
una leyenda que se cuenta en las márgenes del Salado, río alejado del mar si
los hay; es la leyenda -o mito, según lo llaman algunos historiadores- de un
ancla hallada en el lecho del río, un ancla pesada perteneciente a un barco
grande. Y la llamaron mito, porque no podían creer que un barco de envergadura
pudiese remontar el Curacó, río de caudal exiguo o nulo, que a lo sumo puede
navegarse con una lancha durante las crecientes. Además, no existen noticias
fidedignas de haberse navegado el Salado en tiempos históricos, por lo cual el
ancla aparecía en un lugar incorrecto, y fue siendo relegada al desván de las
habladurías, antesala del olvido. Quise saber qué había de cierto, y como suele
ocurrirme, la “leyenda” no era tal, sino una verdad olvidada. Encontré la
referencia original en el mismo libro de Félix San Martín, A través de la pampa, suficientemente poco leído como para pasar
inadvertido a todos:
"Conversando
con un paisano de apellido Ferreira, que vive por el cerro Azul -cuarenta
leguas al oeste de Acha- nos dijo entre otras cosas, que en los bañados del
Salado, a quince leguas del cerro mencionado, hay un ancla de hierro enterrada
hasta la mitad. Nos aseguró que él había atado en ella su caballo y que se
animaba a llevar al que quisiera verla. Este dato coincide con otros datos dados
por unos hermanos Nieto que dicen haberla visto y observado.”
No cabe dudar de tal testimonio, pero ¿cómo
llegó un ancla de esas proporciones al corazón de la pampa? Nadie carga un
ancla tan pesada a través de los Andes para luego armar un barco y descender un
río desconocido; podemos descartar sin más esta suposición. El barco tiene que
haber entrado desde el Atlántico, remontando el Colorado y el Curacó en una
época anterior al desvío de las aguas para los cultivos de Cuyo y San Luis, que
le restaron caudal al Salado.
Siglos atrás, un Salado intacto, con su
caudal entero, podía desbordar las grandes lagunas donde hoy se insume, con
agua suficiente como para inundar el Curacó, y convertirlo en un río navegable
para buques de mar.
De hecho, existe un testimonio colonial según
el cual esta navegación fue llevada a cabo. Se encuentra en la obra del padre
Falkner, Descripción de la Patagonia:
“En cierto año de este siglo un navío
español naufragó en la bahía Anegada de la boca del río; la tripulación se
salvó en uno de los botes, y navegando por el mismo río llegó a Mendoza. Más o
menos por el año 1734 aún se podían distinguir los mástiles y parte del casco;
como que lo vieron los españoles que por aquel tiempo hicieron una expedición
tierra adentro con el mariscal de campo don Juan de San Martín, y de boca de
éstos lo supe yo.”
Hay que tener cuidado con este párrafo.
Falkner afirma haber hablado con soldados que vieron el barco naufragado en el
lecho del río; no cabe dudar de tal afirmación, pues era un hombre honesto. En
cambio, todo lo demás son suposiciones: cuándo y dónde naufragó, a dónde se
dirigieron sus tripulantes, esto no lo podía saber Falkner, ni los soldados de
Juan de San Martín. En mi opinión, sólo puede rescatarse de este párrafo el
avistamiento de un barco semienterrado en el lecho del río Salado por los
soldados del maestre de campo Juan de San Martín, en un año cercano a 1734, lo
cual no implica abrir juicio sobre cuándo se produjo la varadura, que puede
haber sido muy anterior a esa fecha. El ancla famosa del Salado tal vez
perteneció a dicho barco, que el paso del tiempo y las crecidas del río fueron
desguazando y pudriendo.
¿Tendrá el misterioso barco del Salado
relación con los habitantes de Los Árboles? ¿y porqué no? Examinando la
historia de los naufragios en las costas patagónicas, encontré uno ignorado por
la historiografía argentina. Un naufragio que, se dice, dejó a unos españoles
perdidos cuando aún el país no tenía nombre…