INCAS EN NEUQUÉN



   "Este Obiedo y su camarada habiendo estado en aquella parte en el año 1567, (errata por 1557) mataron a uno de los más queridos soldados que tenía el capitán Arguello y se partieron y llegaron con gran trabajo a la población de un Inga del Perú y sus gentes que están poblados de esta parte de la cordillera de Chile, al cual Inga le traían sus indios al hombro sobre una silla; sería de edad de veintisiete años, con una señal de una borla sobre la frente y nombraba Topa Inga; y esta población por donde se metieron dicen que era prolongada por alguna por donde entraban y salían desaguaderos.
    La tierra era muy fértil, y por la parte más principal que los fueron llevando caminaron dos días poco a poco y vieron multitud de oficiales plateros con obras de vasijas de plata gruesas y sutiles y algunas piedras azules y verdes toscas que las engastaban. La gente era lucida y aguileña al fin de la del Perú sin mezcla de otras. Dizen que les envidaban con plata y ellos se excusaron, pidiendo solo de comer y el pasaje el cual se lo dieron y para el camino veinte indios que los pusieron en lo alto de la cordillera en derecho a la Villa Rica y entregados con rehenes a los pulchez pasaron y vinieron a la ciudad de Concepción donde estuvieron por huéspedes el maestre del campo Julián Gutiérrez de Altamirano."
  (Relación de Pedro de Obiedo, natural del condado de Nieva, y Antonio de Cobos, carpintero de la ribera, personas que venían en los dos navíos del Obispo de Plasencia. Memoria firmada de sus nombres que dejaron al licenciado Julián Gutierrez de Altamirano, Teniente General del Reyno de Chile. Año 1563.)
   Los historiadores en general han hecho caso omiso de los informes etnográficos contenidos en este documento. Sin embargo, la presencia de incas en el sur argentino encuentra múltiples confirmaciones. La primera la obtuvo el mismo licenciado Altamirano, quien escoltando a unos recolectores de sal en la cordillera de Villarrica, oyó de un indio puelche que había incas al otro lado de la cordillera, y un poblado español más al sur. Altamirano escribió una carta para los españoles de Arguello, y se la dio al indio para que se la llevase.
      Unos veinte años después se recogieron varios testimonios concordantes de los puelches acerca de un reino de Curaca, a unas 170 o 180 leguas al sur de Córdoba, donde vivían "indios vestidos". El nombre Curaca significa "jefe" en quechua, y de hecho, algunos de los indios puelches directamente identificaron a sus habitantes con los Incas.
    Como ejemplo he de citar la Relación del capitán español Cristóbal Hernández, incluida en la información dispuesta por el gobernador de Tucumán Ramírez de Velazco en 1587:

"Yendo este testigo en descubrimiento del dicho camino llegó a un río que se dice Río Cuarto, que es en el término de la ciudad de Córdoba... y en el dicho camino tomó indios e indias de la dicha provincia de Talan... Juana, india de su servicio... y a un indio que se llama Pelan... este testigo ha oído decir a los dichos indios del trato y pulicía que tienen la gente de Talan y Curaca, entiende que son indios de los yngas del Pirú que huyeron y se fueron de allí, y que son indios que pelean con arco y flechas y ayllos, y que hacen unas armas anchas como de hechura de espadas y blancas que dan a entender que son de plata, y que el señor de Curaca se llama Quilquilla en su lengua y que cuando sale fuera de la casa sale mucha gente con él, y que trae una corona de oro en la cabeza con una borla delante de ella...
  "Y que tienen lanzas con que pelean y que tienen jarros de plata y oro con que beben de hechura de cubiletes, y otras piezas de plata, y que la labran entre ellos, y señalan de qué hechura son los martillos y bigornias con que labran, y dijo que son redondos los martillos, y amarillos, de la hechura de los con que labran los indios del Piru, que es diferente herramienta que la que tienen los plateros españoles."
  
  El testimonio de Cristóbal Hernández es posterior en veinticuatro años al de Cobos y Oviedo. En este tiempo, el jefe inca había cambiado, ya no era más Topa Inga, presumiblemente muerto a la sazón. 
   Pero ¿cómo podían saber los puelches el nombre de la boleadora en quechua, ayllu o ayllo? ¿o que el jefe inca llevaba una borla sobre la frente, cosa que ninguna otra etnia indígena acostumbraba? Además, el nombre del cacique de Curaca que dan, Quilquilla, tiene etimología quechua. En ese idioma, Quilla es la luna. Y Curaca significa a su vez jefe, o Cacique, en la lengua de los incas. Está claro que no podemos descartar como una simple fábula la presencia Inca en el sur argentino durante el siglo XVI, cuando hay tan buenos testimonios y evidencias filológicas que la avalan.

La leyenda del Lácar

"Un malvado Rey Inca dominaba estas tierras hace siglos, donde se encontraba Kara Mahuida, que significa ciudad de la montaña. La gente moría víctima de los caprichos del tirano, a quien no le faltaba talento para inventar excusas que justificaran los sacrificios. Al ver tanta maldad en la tierra, Dios mandó a su hijo disfrazado de mendigo, para suplicar al Rey un alivio a su miseria. El Inca le negó su ayuda y lo condenó a muerte, pero el hijo de Dios no se dejó apresar. Se convirtió en río y atravesó la ciudad, ahogando al mismo hijo del Rey Inca. Las Machís (mujeres sabias mapuches) intentaron calmar al señor con sus hechizos, pero esto sólo aumentó la ira del Rey, quien las mandó matar, destruyendo además sus elementos más sagrados, entre ellos el árbol del Canelo. Este sacrilegio agotó la paciencia de Dios, quien con lluvias interminables ahogó la ciudad sobre la que hoy se encuentra el Lago Lácar (Lái Kara, en mapuche Ciudad Muerta)."
   Tal la leyenda recogida por Berta Koessler. Es curioso que mencione una ciudad inca, precisamente en la región donde Cobos y Oviedo dijeron haber encontrado una extensa población incaica: al este de la cordillera, frente a Villarrica. Esta leyenda -junto con las ya referidas evidencias filológicas- viene a reforzar el relato de los dos Césares prófugos, al cual los historiadores en general han dado poco crédito. Quizás sea hora de empezar a tomarlo en serio...