ZOZOBRA EN EL SUR



    Uno de los primeros naufragios ocurridos en la Patagonia ha pasado desapercibido para la mayoría de los historiadores argentinos: es el de un navío de la armada del Obispo de Plasencia, a fines de 1539 o principios de 1540. Gandía y otros mencionan el naufragio de la nave capitana en el estrecho de Magallanes, al mando de fray Francisco de Rivera, pero generalmente omiten el de otra nave que ocurrió antes de arribar al estrecho, y del cual el historiador chileno Ricardo Latcham da suficientes testimonios. [1]


   Esta nave, comandada por el capitán Pedro de Quirós, naufragó con toda probabilidad entre el río Colorado y el Negro, pudiéndose salvar toda la gente que llevaba, así como el ganado y los bastimentos, que fueron desembarcados en tierra firme. Según testimonios dados por los indígenas a los españoles de Chile, los náufragos se internaron tierra adentro, y poblaron entre dos brazos que forma un río.


  Los autores de dichos testimonios eran  puelches que vieron personalmente a los náufragos. Así, hallándose en Chile en 1557, en casa de Alonso de Escobar -encomendero de Villarrica-, Juan de Espinosa conoció a un indio puelche, el cual afirmó al dueño de casa que “siendo él muchachón, había pasado la cordillera hacia el mar del norte, y había llegado a un rrio grande a la ribera del cual estaban poblados españoles y entre ellos havían dos frayles de la horden de San Francisco… y que tenían los españoles dos capitanes que se llamavan Juan de Quirós y Pedro de Quirós.”


   Es posible que ambos capitanes fuesen hermanos, aunque no podemos asegurarlo. El nombre Quirós, mencionado por los indios, aparece relacionado con el naufragio ocurrido en la costa patagónica. En efecto, fray Reginaldo de Lizárraga refiere que Juan de Espinosa conversó en Lima con un marino de la armada del Obispo de Plasencia, llegado a Perú con el único barco que consiguió pasar el estrecho al mando de Alonso de Camargo. Y este marino, de nombre Juan Henríquez, confirmó a Espinosa que “hera verdad que dos navíos del Obispo de Plasencia se habían quedado en la boca de un río antes de llegar al estrecho, y todos los españoles que en ellos benían, y que él hera soldado del capitán Pedro de Quirós”.


   Con lo cual queda confirmado que un navío de dicha armada se quedó en la boca de un río patagónico al norte del estrecho de Magallanes, desembarcando allí todos sus pasajeros, y que al mando de ellos estaba el capitán Pedro de Quirós.


  En aquel tiempo, (fines de 1539 o principios de 1540) el territorio argentino albergaba una sola población de españoles, a saber, la primera Santa María de los Buenos Aires fundada por Pedro de Mendoza. Apenas un año después, en 1541, fue despoblada y quemada por los indios, quedando la Argentina entera sin presencia de hombres blancos por más de una década. Los hombres de Quirós habían quedado aislados en un país inmenso y misterioso, del cual nada sabían.


   Los testimonios concuerdan en que poblaron a orillas de un gran río, y que lograron prosperar durante un período bastante largo. El mismo Espinosa a quien ya hemos citado, declaró que “había oydo en casa de Alonso de Escobar en Santiago de Chile, que algunos de sus indios puelches referían que los españoles dichos residían en medio de dos brazos que hacía un río, que traían espadas de metal y perros bravos y tenían muchos hijos, y obedecían a un español ya muy de días a quien llevaban en andas y se llamava Juan de Quirós.”


   No dejaron de intentar comunicarse con los españoles de Chile, pero indios belicosos se lo impidieron, bloqueando los pasos andinos. La cordillera se transformó en un gigantesco muro nevado que mantuvo a los náufragos separados del resto de la cristiandad. En la información ordenada por el gobernador de Tucumán Juan Ramírez de Velazco en 1589, el indio Jofré declaró que había visto a los españoles que venían en demanda de las ciudades pobladas “y que los capitanes que trayan a esta gente, el uno se llamava Juan y el otro Quirós”.


  Cristóbal de Hernández también declaró que el capitán de los españoles que venían en busca de Chile se llamaba Quirós y que era “hombre muy viejo”. Hernández apoyó su declaración con el testimonio de catorce indígenas, quienes afirmaron que “más allá desta buena tierra que se dize Curaca, están una gente que dizen son españoles, andan ya bestidos como yndios, con camisetas y saraguel y que tenían unas espadas viejas de yerro sin bayna y que tienen barbas largas y están rebueltos con los naturales y casados con yndias de la tierra y que tienen hixos y las casas muy grandes”.


   Según informaron los indios a Hernández, cuando estos españoles perdidos salieron en busca de los de Chile, “benian a pie, y que el capitan de ellos se llamava Quiros y hera hombre muy biejo y que llegaron a una provincia de mucha gente de yndios y que dichos yndios les avian dado una batalla y en ella muertoles mucha gente, y les hisieron bolver a la parte de donde avian salido.”


  El capitán Peñaloza y Diego Pérez refirieron asimismo a Juan de Espinosa “que habiendo ydo a la otra parte de la cordillera hazia el mar del norte se habían tomado yndios que dezian por nueba cierta que  avian benido cristianos en demanda de los cristianos de Chile, pero la muchedumbre de ynidos que se les avia opuesto no los avia dejado pasar y que tubieron que bolberse dejando señales de cruces en los arboles, y hasta una carta en una olla al pie de un arbol que los que pasaron la cordillera hallaron después.”


   No pudieron pasar, como queda dicho, pues los inidos puelches estaban aliados con los araucanos, y no podían permitir que este contingente español cruzase los Andes y les ganara las espaldas. Debieron volver, pues, a su lar, rosa cristiana en el desierto aborigen. 
 
   En realidad, estos colonos perdidos no estaban totalmente solos. Mucho más al sur habían quedado en las mismas condiciones los náufragos de la nave capitana encallada en el estrecho de Magallanes. La gente de Quirós no podía saber de este segundo naufrangio, ocurrido después del suyo. Los náufragos del estrecho, al mando del capitán Sebastián de Arguello, poblaron en un lago cordillerano situado en el sur patagónico, entre Argentina y Chile, según un testimonio recogido en la ciudad de Concepción por el licenciado Julián Gutiérrez de Altamirano. Ambas poblaciones, los Césares de la cordillera y los Césares de la pampa, vivieron por décadas sin saber la una de la otra. La Patagonia entera las separaba, cientos de leguas de desierto inhóspito.
 
   Andando el tiempo, sin embargo, otras ciudades españolas florecieron en territorio argentino. La más próxima a Lihué Calel fue Córdoba, fundada en 1573 (¡más de tres décadas después del naufragio!). Los Césares (como ya los llamaban en otras partes del imperio español) debieron enterarse por los indios, e intentaron llegar a ella. Pero sus fuerzas estaban menguadas, y no lo consiguieron.


  El capitán Hernán Mexía de Miraval declaró en 1586 que según referían los indios, aquellos españoles perdidos “venían con exército formado en busca de cristianos de que tenían noticia, dicen andan bestidos de pellejos, traen animales que tienen orejas muy largas, muy grandes, en que cargan sus hatos y comidas, y otros refieren que traen cruces en que adoran, dicen traer espadas de fierro negro sin vainas,  y que entienden son casta de españoles, y que habían probado de salir a aquella parte donde al presente está poblada la cibdad de Córdova, que es lo postrero de dicha gobernación hacia el estrecho, y por la guerra de los naturales y falta de bastimentos y haver topado grandes lagunas de agua que deben ser bahias o puertos de mar no han proseguido su camino dejando puestas por señal cruces en la última parte donde habían llegado, y que también probaron de pasar a Chile, por las espaldas del estado de Arauco, y por la guerra de los naturales se bolvieron a sus estancias y propios asientos”.


   Esta es una epopeya jamás contada, la de aquellos pioneros cuyo destino fue permanecer aislados de por vida, sin posibilidad de contacto alguno con el resto del mundo cristiano, de donde habían surgido. Su existencia incógnita con el tiempo se convirtió en leyenda… ¿Qué se hizo de ellos? ¿por cuánto tiempo mantuvieron viva la fe cristiana en el país austral dominado por los indios? Imposible saberlo con exactitud. Pero las viejas crónicas y mapas nos pueden ayudar a formarnos una idea, aunque sólo sea aproximada, de su cronología.



[1] En 1589, el Gobernador de Tucumán Juan Ramírez de Velazco, en una carta enviada al rey de España, se refería en estos términos a la armada del Obispo de Plasencia que zarpó hacia América medio siglo antes: 
Por el estrecho de Magallanes dellos se perdieron tres navíos gruesos, en el comedio que hay desde la boca del gran rrío de la plata hasta el estrecho de magallanes (vale decir, en la costa patagónica, que es el “comedio” entre los puntos extremos mencionados) de que se salvaron más de mil hombres y algunas mugeres y ganados y asnos que llevaban para poblar… dichos españoles, los quales viéndose faltos de mugeres las tomaron y quitaron a los indios comarcanos a la costa do se hallaban al tiempo que se perdieron sus naves y dellas han procedido la generación de los dichos españoles que oy día están allí.” Latcham, Ricardo. La leyenda de los Césares.